Voy a quedarme en el olvido de un páramo,
en el Oeste de la propia indigencia.
Voy a saludar al vasto imperio que me queda ante mis ojos,
con una mano en la palma de tu mano,
en el Sur de una lágrima bendita.
Voy a estrechar el zumo del racimo perfecto,
amasar la vida que se escapa como un huracán.
Voy hacia el Este, a meditar sobre la caida de un mediodía,
voy hacia el surco de un cofre maldito,
para arrancar el maleficio de la duda.
Me escaparé por la rendija de un reloj,
agotaré el tiempo perdido que se desborda
en el rio de la vida.
Atraparlo...
como el horizonte.
Y cerrar el tomo de la noche,
en la enciclopedia de mis deseos y de mis desvarios.
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