Hoy que la lluvia me abre lúgubre sus salones, cuando el silencio sube negro hasta las palabras, hoy que la muerte toma forma casi apacible, quiero evocar con humo, como se le habla al fuego, esa voz tan dolida, esos perennes ojos. Hoy que la tarde tiene color autobiográfico, me pregunto despacio, como piensa un espejo, por el enigma simple, sólo mirada y sueño, de una mujer tendida, leve entre enormidades. Por qué su cuerpo tenue, pregunta de agua clara, por qué la interrogante desnuda de su vida: mujer, cisne de sangre, caballo desvelado; mujer, reloj caliente, vívido calendario. Por qué el secreto claro, ópalo que nos mira.
Cadáver del domingo, cuerpo que violentamos,
noche de los despojos hasta la madrugada,
el hilo de oro puro que se quebró despacio
y el ritual sacrílego de tus sabidurías.
Cómo has quemado el mundo, cómo has prendido fuego
a las palabras puras y sus inmediaciones,
cómo te has hecho boca, cómo te has hecho manos
para cobrar cabellos, pétalos y sangre,
hasta dejar en seco, tan alto combustible,
los venenosos pozos de mi autobiografía.
Francisco Umbral
att: JZG
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