La sed se calma, se calma en un día, reduce su eco en un minuto.
Se nutre de simplezas, de enormes metáforas diurnas que se asemejan al lápiz de la dicha.
Mi sed...desaparece sin el vaso acristalado, hasta que vuelve a empujar como un mal menor de la desdicha..
Esa sed...oblicua y opaca, que siempe está invitada en mi regazo, pero sin la cual no me ahoga, no me invita a una copa de la concordia, ni a sellar un pacto de no agresión al exilio de la mañana sin luna.
Y seguiré tomandola, el líquido rasgado que aparece y me enborracha y me tambalea, con los harapos de tu embriaguez.
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