Háblame de un mañana, de una dicha desmesurada..
Háblame del perfume, de tus manos en mi cintura;
pero háblame, o quiéreme, de tu misma forma que yo probaría.
Ciégame de tu ego, de tu voz en el silencio dormido.
Desnúdame con el tacto, con la piel escamada de tu textura.
Y abrázame, no cuelges este abrigo sin piel, ni reflejo, ni sombra en el
sótano de la pequeñez...
Tan solo dirígeme... que tu palabra se cuelgue en mis frases, y pronuncien
discursos fluidos en el jardín de lo eterno...
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