Acabo de acordarme.
Acordarme de una palabra sin nombre.
Acordarme de quien no se acuerda del olvido.
Un recuerdo que no existe en la perturbación de una idea.
Una idea que se esfuma en el corazón de mi mente.
Una mente que no concuerda con la línea de mi mano.
Se borran, como el lápiz echando carbón en las huestes
del mediodía.
El mediodía no existe si no renace de la tierra removida; la remuevo sin pensar en echar raíces.
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